viernes, 18 de abril de 2014

Cuidados del bebé en la congestión nasal




Un niño con resfriados muy a menudo abundantes mocos no es un niño enfermizo, es un niño normal dentro de una situación de lo más normal

Los bebés, y en general los niños de corta edad, sin llegar a sufrir un resfriado tienen muy a menudo gran cantidad de mocos y flemas que les producen congestión nasal, tos, lagrimeo y legañas.

Estas mucosidades no son por tanto síntoma de enfermedad, son generalmente un mecanismo de defensa frente a virus y bacterias que penetran en sus vías respiratorias por la nariz. Para evitar su entrada y proliferación en el organismo, las propias defensas del niño producen ese moco que las arrastra hacia el exterior.

A pesar de la importancia de este mecanismo defensivo, estos síntomas ocasionan molestias al bebé que debemos aliviar o complicaciones que debemos evitar. La excesiva producción de secreciones, prolongada en el tiempo, puede acumularse en los senos paranasales y en los conductos auditivos. Este moco se espesa y puede llegar a infectarse con diversas bacterias que ya causan patologías infecciosas como otitis, sinusitis, etc. que conllevan el inicio de fiebre o complicaciones más importantes como bronquiolitis.

Estas patologías, aunque pueden darse en cualquier época del año, son más frecuentes durante el otoño, cuando comienzan a bajar las temperaturas, en el invierno y durante el comienzo de la primavera, cuando todavía las temperaturas son bajas.

Para aliviar la congestión lo más sencillo es sonarse, pero los niños no suelen saber hacerlo o lo hacen mal. Como consecuencia de esta congestión:

    Respiran y comen mal.
    No pueden succionar el biberón o tragan con dificultad aunque ya tomen la comida con cuchara.
    No pueden chupar el chupete que generalmente les calma.
    Rechazan la comida porque se altera el sabor de los alimentos que ingieren.
    Duermen inquietos porque al tumbarse se agrava la sensación de taponamiento.
    Roncan al dormir.

La consecuencia final es un niño irritable, incómodo, con sueño y hambre.

Aunque las causas pueden ser variadas, la más frecuente, sobre todo si el niño va a la guardería o está escolarizado, es el resfriado. Existen más de 200 virus distintos que provocan resfriado. La exposición del niño a estos virus refuerza su sistema inmunitario y en condiciones normales será capaz de combatirlos. Si la causa es un resfriado, en pocos días se habrá pasado, pero lo normal es que la producción de moco se prolongue y pueda durar bastante tiempo.

Con unas medidas sencillas es muy fácil aliviar el problema, pero si los síntomas persisten o el niño comienza a presentar otras complicaciones es recomendable consultar al farmacéutico, que nos puede dar pautas o derivar al pediatra siempre que sea necesario. En cualquier caso, ante la duda, sobre todo cuando el niño es muy pequeño, debemos llevarle al médico.

Un niño que padece resfriados muy a menudo y tiene abundantes mocos no es un niño enfermizo, es un niño normal dentro de una situación de lo más normal.
Limpieza de los ojos

Los resfriados van muchas veces acompañados de lagrimeo excesivo que provoca, una vez que se secan o cuando se evapora las lágrimas, la formación de legañas. Las legañas están formadas por sales y otras sustancias que forman parte de la composición de las lágrimas.

Que un bebé tenga legañas es normal y no indica en principio nada que nos deba preocupar. La situación es distinta cuando la secreción es constante, se acompaña de ojos rojos y párpados hinchados. En este caso es necesario consultar con un profesional sanitario, pues puede sufrir una conjuntivitis que requerirá tratamiento específico o incluso obstrucción del lagrimal, algo muy frecuente en los niños.

Para la limpieza de los ojos es recomendable lavarlos con una solución de suero fisiológico apto para uso ocular, preferiblemente en monodosis, pues prácticamente se elimina la posibilidad de contaminación. Se aplican unas gotas en el lagrimal para que se ablanden las legañas y con una gasa limpia se retiran. Si la limpieza la acompañamos de un suave masaje nasolagrimal, facilitamos el drenaje de la lágrima.

Siempre debemos usar una gasa distinta para cada ojo, de manera que si tiene infección en un ojo, evitamos la transmisión al otro. Nunca usaremos algodón en la limpieza. El algodón puede dejar restos e hilillos que se pueden introducir en el ojo e irritarlo.
Lavados nasales

Los lavados nasales deben formar parte de la higiene normal del niño sobre todo cuando, aunque no haya una congestión nasal importante, existan mocos acumulados en las fosas nasales.

Los lavados son muy efectivos tanto para prevenir que la nariz se llene de mocos como para vaciarla cuando ya está llena. Se pueden repetir varias veces al día, siempre que el niño esté incómodo y sobre todo cuando la congestión sea intensa.

Para realizar el lavado con cualquier tipo de suero o solución de agua de mar procederemos de la forma siguiente:

    Tumbamos al niño de lado para evitar que se trague la mucosidad.
    Se aplica el suero en la fosa nasal que queda encima.
    Hay que girarle la cabeza para aplicar el suero en la otra fosa.

Es conveniente sujetarle bien la cabeza para no lastimarle con la ampolla de suero o con la boquilla de la solución de agua de mar.

Una vez realizado el lavado podemos utilizar algún dispositivo que nos ayude a eliminar los mocos, un aspirador nasal. Es conveniente ser muy cuidadoso con el aspirado y dejar pasar unos minutos antes de realizarlo, de manera que la solución haya ablandado y despegado el moco de la mucosa nasal. Si lo hacemos con demasiada fuerza o demasiado pronto, podemos lastimar la mucosa e irritarla. La irritación origina la producción de mayor cantidad de moco y volvemos a la situación de partida.

Los aspiradores deben mantenerse limpios. Es preferible usar cánulas de un solo uso y no reutilizarlas para evitar posibles contagios.

Medidas que alivian la congestión nasal

Además de las instrucciones y consejos que nos den el farmacéutico o el médico, podemos mejorar el estado del niño con unas medidas sencillas:

    Ofrecerle agua a menudo: es necesario que el niño beba líquido abundante, pues por un lado ayuda a que mocos y flemas sean más fluidas con lo que se movilizan con mayor facilidad y se expulsarán mejor y, por otro lado, alivia la sequedad de la mucosa bucal y de la garganta y mantiene la hidratación.

    Favorecer un ambiente húmedo: allí donde esté el niño debe haber un ambiente limpio, bien ventilado, sin humos y con humedad suficiente. Para conseguir la humedad óptima, existen los humidificadores eléctricos que generan vapor de agua. No es aconsejable usar recipientes con agua pues aunque en todos los casos es necesario tener un cuidado extremo con su limpieza, en los recipientes el agua queda estancada y se pueden generar hongos con mayor facilidad. Los más aconsejables son los humidificadores de ultrasonidos ya que generan vapor frío, más saludable.

    No es aconsejable utilizar esencias para el ambiente: los niños tan pequeños tienen muy sensibles las mucosas y les pueden provocar irritaciones.

    Lavar la nariz:

    Con suero fisiológico: mejor usarlo en monodosis que es más higiénico, no se contamina y al ser de un solo uso si hay virus no pasan de nuevo a la nariz cuando se usa. El suero humedece los mocos y facilita su salida.

    Con solución salina de agua de mar: suelen ser soluciones de agua de mar esterilizada con minerales beneficiosos para la mucosa nasal. El envase presenta una válvula que pulveriza la solución. Como medida de precaución limpiaremos, cada vez que se use, la boquilla de aplicación con agua y jabón.

    Aspirar los mocos: existen en el mercado diferentes dispositivos que facilitan sacar los mocos al bebé. Desde unos con forma de pera hasta aspiradores con una cánula a través de la cual se aspira el contenido de la nariz, bien con la fuerza de los pulmones o bien de forma eléctrica.

    Despejar los bronquios: con toques suaves en la espalda del niño con la mano cóncava se facilita la salida de las flemas desde los bronquios. Es mejor hacerlo antes de las tomas para evitar que un golpe de tos le provoque el vómito. Es muy habitual que las traguen y pasen al estómago, en cuyo caso se expulsan con las heces.

    Limpiar las legañas: se ablandan primero con una chorrito de suero fisiológico y se retiran con una gasa. Es importante usar una gasa distinta con cada ojo para evitar contagios si hubiera una conjuntivitis.

    Ofrecerle la comida de forma frecuente y en cantidad poco abundante: además de la dificultad que supone la congestión para tragar y succionar, las flemas llenan el estómago y producen sensación de náusea. Al ofrecer al niño pequeñas raciones de forma frecuente le costará menos terminar el plato o el biberón y estará mejor alimentado. Nunca se le debe forzar a comer, pues es muy probable que al hacerlo termine vomitando.

Hoy en día los pediatras son poco partidarios de recetar mucolíticos y expectorantes a los bebés y niños muy pequeños. Ante la frecuencia con la que presentan el problema sería necesario someter al niño a tratamiento cada poco tiempo y como cualquier medicamento, aunque la relación beneficio-riesgo está demostrada y es favorable, no podemos olvidar que existe la posibilidad, aunque no sea muy frecuente, de posibles reacciones adversas.

En cualquier caso, será un profesional sanitario, como el farmacéutico, el que nos oriente y aconseje o no el uso de estos medicamentos o nos derive al pediatra.

Via elperiodicodelafarmacia.com

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