viernes, 29 de abril de 2011

Poner límites a los niños


Poner límites a los niños, una oportunidad para enseñarlos a crecer en salud y bienestar

Sin lugar a dudas, la tarea de ser padres arroja muchos desafíos, mismos que pueden afectar la salud física y mental de los hijos. Entre estos, uno de los más importantes es el tema de los límites, sobretodo si se trata de adolescentes o niños pequeños, con el fin de controlar sus comportamientos con miras a educarlos y criarlos con base en costumbres, valores, actitudes y hábitos saludables.

Las consecuencias de la permisividad total y la sobreprotección pueden ser muy negativas, llegando a fomentar el desarrollo de psicopatologías graves en los niños: ataques de ira, falta de empatía e, incluso, sociopatía, de ahí que se necesite poner límites. Especialistas aseguran que los niños necesitan ser guiados por los adultos y para ello es fundamental establecer reglas con las que fortalezcan sus conductas y logren un crecimiento personal íntegro, por lo que los límites deben frenar cierto tipo de comportamiento en los niños.

Diversos psicólogos afirman que los padres y madres son invadidos por innumerables preguntas con respecto a ponerle límites a sus hijos: “¿cuándo hay que recriminar, advertir o castigar a un niño?”, “¿en qué momento ejercer mi autoridad pasa de lo necesario a lo abusivo?”, “¿cómo poner límites sin generar tensiones innecesarias?”, etcétera. Preguntas que, además, se juntan y no siempre pueden ser respondidas, generando estrés, ansiedad, baja autoestima o depresión.

Además, hay quienes piensan que poner límites significa demostrar rigor o falta de cariño hacia los hijos. Sin embargo, como lo asegura la psicóloga Isabel Cristina Bettín, de la Universidad de la Sabana, en Bogotá, Colombia, es tan perjudicial no poner límites como ponerlos constantemente ya que, los límites proporcionan una idea de la realidad, estimulan el aprendizaje de control de impulsos, advierten sobre la existencia de peligros exteriores y llaman a tomar conciencia sobre las propias acciones. En otras palabras, asegura la especialista, poner límites es sinónimo de amor.

Asimismo, demostrar disciplina es eficaz a la hora de poner límites a los hijos. Se asegura que, para educarlos de manera eficaz, se deben marcar los límites en casa, con el objetivo de hacerlos cumplir, sin mediar en predilecciones o sentimentalismos. El secreto es hacerlo de forma coherente y con firmeza. Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto, que se produce cuando el adulto habla demasiado, se exagera en la emoción, y en muchos casos, la falta de claridad en expresar lo que se quiere decir o, en su caso, que se haga con demasiada autoridad, al grado de infundir miedo, en lugar de respecto.

Por ello, el psicólogo Fernando Azor Lafarga, Director del Centro de Psiquiatría y Psicología, en Madrid, afirma que para poner límites a los niños se necesitan seis requisitos fundamentales, mismos que estriban en la búsqueda de la salud mental de los mismos, con el único fin de mostrar que el cumplirlos les significará un bien a futuro. Estos son:

1. Ser claros y específicos con los límites: estos han de ser claros, específicos, sencillos y positivos, ya que de esta manera se le informa a los hijos lo que se espera de ellos y cuándo lo deben hacer.

2. Informar de las circunstancias y por qué se aplica cada límite. Esto como consecuencia de que los niños deben comprender que a veces ciertas recomendaciones o prohibiciones son para cuidar su integridad física, otras veces porque la situación, las personas o el lugar no son los adecuados para lo que tiene pensado, o porque no hay dinero, tiempo o espacio, etcétera.

3. Los límites deben formularse de manera positiva. Deben informar de lo que hay que hacer, no de lo que no hay que hacer. Lo anterior se afirma ya que, cuando un niño llega a irritar y actuar destructivamente, los padres tienden a pensar en límites negativos: “¡No te subas a la mesa!”, “¡No grites de esa forma!”, “¡No le pegues a tus hermanos!”; al respecto, se sabe que los niños necesitan recibir límites positivos para ayudarles a tratar con sus emociones y acciones de forma positiva, aunado a un consejo sobre el cómo y qué hacer: “Si te subes a la mesa, podrás caer. Mejor arrima un banco o pídeme que te ayude”, por ejemplo.

4. Ser firme al momento de poner límites, pero de manera amable, puede llegar a ser una buena forma para los hijos muestren atención y sigan las instrucciones; además, sostenerle por los hombros mientras se dab las instrucciones, mirarle directo a los ojos, hablarle de una manera clara y con un tono firme, hacer que nuestro rostro parezca serio mientras se habla e insistir en ser atendido y obedecido, pueden ser gestos y actitudes de gran ayuda mientras se ponen límites.

5. Ser consistente. Es decir, los límites deben cumplirse siempre que las circunstancias permanezcan exactas. Por el contrario, si los sucesos cambian, los límites deben ser revisados, con el fin de no confundir a los niños.

6. En la medida de lo posible, incluir a los niños en el establecimiento de los límites. De esta manera se tiene más probabilidad de ganar su cooperación en el seguimiento de los mismos; al mismo tiempo, se les fomenta experiencia y práctica la toma de decisiones, facilitando el desarrollo del autocontrol y auto dirección de su propia vida.

Asimismo, el doctor Charles E. Schaefer, profesor de Psicología y Director del Centro de Servicios Psicológicos en la Universidad de Fairleigh Dickinson, afirma que los límites deben desaprobar conductas, nunca a los niños en sí, lo cual podrá fomentar que los tomen como una manera de protección ante las consecuencias de sus propias acciones y que lleguen a comprender que pueden mejorar en función de su salud y bienestar.

Cabe mencionar que, los límites deben fijarse desde el momento de nacer, con rutinas claras y precisas, de forma objetiva y no por capricho de los padres o por consejos de terceros ni, mucho menos, por situaciones coyunturales por las que pasa un niño, de forma accidental o repentina (por ejemplo, si se le cae la comida de la cuchara una vez, no significa que esté impedido a hacer por siempre y que se le necesite alimentar en la boca toda su infancia).

Igualmente, el establecimiento de horarios y rutinas de sueño y alimentación antes del primer año de vida es un importante acercamiento a la creación de límites por el resto de su vida, al mismo tiempo de alejarlos de enfermedades como la obesidad o la diabetes infantil. Esto le permite a los niños a regularse y sentir seguridad, pues sabe qué va a pasar después, afirma Sandra Zea, psicóloga infantil y de adolescentes por la Universidad Javeriana, en Bogotá. De acuerdo con la experta, muchos padres no fijan límites, en un afán por satisfacer a sus hijos durante tiempo que comparten con ellos, pues temen decirles que no.

Por lo que, continúa la especialista, los límites no deben verse como algo coercitivo ya que pueden llegar a ser una muestra de afecto y una buena forma de conservar su salud de manera integral.

Así mismo, la dimensión de los límites cambia a medida que van creciendo los niños. A un bebé, por ejemplo, se le debe restringir más el espacio que a un adolescente ya que, en esta etapa los límites se pueden discutir y negociar, mientras que en la infancia no y, lo ideal, es que sean de mutuo acuerdo. Igualmente, la comunicación con ellos se vuelve primordial al momento de poner límites, toda vez que no es conveniente crear un ambiente de dictadura, pues se puede generar más conflictos y verse rotos los límites de forma repentina.

Por último, los niños tienen que aprender que rebasar los límites puede traer consecuencias negativas para él. En cualquier caso, esas consecuencias deben ser proporcionadas y, en la medida de lo posible, inmediatas para que el niño lo entienda perfectamente. Igualmente, se debe recordar que lo que más influye en los hijos no es lo que se les dice, sino cómo somos enfrente de ellos. Por eso, poner límites también representa una oportunidad para revisar nuestra forma de ser como personas y como padres.

Fuente: doctorweb.org

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