lunes, 19 de marzo de 2012

De la cuna a la cama


El paso de la cuna a la cama es una transición necesaria para el desarrollo del bebé; es señal de que crece y de que se hace mayor. Se trata de un paso importante por lo que es cuestión de escoger el momento más adecuado y seguir algunos consejos que facilitarán el cambio al niño.

El paso de la cuna a la cama no se rige por normas inflexibles o está determinado a una edad precisa. La mayoría de los padres deciden que es momento de hacer el cambio entre los 18 meses y los tres años y medio. Muchas veces, lo que les impulsa a hacerlo es la sensación de que la cuna de bebé le queda pequeña. Aunque el niño cabe, ya no duerme tan cómodo como antes, sobre todo si se mueve mucho por la noche. Además, es peligroso porque podría hacerse daño al golpearse con la cabecera o los laterales.

Otras veces, en cambio, es el propio niño el que manifiesta si está preparado o no para el cambio y suele hacerlo alrededor de los tres años. Muchos niños, especialmente los que tienen hermanos mayores, suelen dar este gran paso incluso antes de los dos años, por el simple deseo de imitar, querer hacer y ser igual es que su hermano mayor. Se sienten más estimulados a subir este gran escalón hacia la independencia.

Si ya es capaz de ir al baño solo o ves que es muy grande o demasiado activo para estar en la cuna, ese debe ser el momento del cambio.

Cambio precipitado o antes de tiempo

Muchos padres sacan a su hijo de la cuna por una cuestión de seguridad, pues temen que salte la barandilla. Éste no debería ser el único motivo, ya que si el niño no está preparado para dormir en la cama, el cambio sería incluso más peligroso: podría entrar y salir de la cama a su antojo y caminar por la casa sin control mientras todos duermen.

Si esto ocurre, y el niño está inmaduro para el cambio, se debe bajar el colchón de la cuna lo máximo posible, de manera que las barandillas queden más altas y el niño lo tenga más difícil para saltar. También pueden colocarse unas redes o mallas para cunas que se fijan con velcros a las barandillas, creando una especie de toldo que mantiene al bebé seguro en su cuna.

Evitar que coincida con la llegada del hermanito

Otro motivo erróneo para trasladar el lugar de descanso del niño es la llegada de un hermanito. Si es un cambio logísticamente necesario, se debe hacer unos dos meses antes del nacimiento y no hacerlo coincidir exactamente con su llegada pues ya es un cambio demasiado importante como para añadirle otro.

La idea es que el niño esté completamente acostumbrado a su nueva cama antes de que el nuevo bebé se apodere de “su” cuna. Si el hermano mayor es todavía muy pequeño para el cambio en la fecha de nacimiento del bebé, se puede demorar el traslado a la cama a los tres o cuatro meses tras el nacimiento, ya que mientras el bebé estará en un moisés. Hay que asegurarse de programar esta transición según las necesidades del niño y no tan sólo por la necesidad de dejar un espacio para el bebé que está por llegar.

¿Y SI TODAVÍA NO ESTÁ LISTO?

Algunos niños simplemente no están listos para hacer la transición a la cama grande. La cuna tiene barreras visibles en forma de barandillas, pero la cama no. Para que un niño comprenda que una cama tiene "paredes imaginarias" dentro de las cuales uno debe permanecer es necesario que haya alcanzado un cierto nivel de desarrollo cognitivo. Si el niño tarda mucho en dormirse o se levanta muchas veces en el transcurso de la noche, lo más probable es que todavía no esté listo para pasar a una cama. Si el retorno a la cuna es necesario es importante no considerarlo como un retroceso en el desarrollo del niño y procurar que él no lo vea como un castigo.
La adaptación a la cama

Cada niño es un mundo, por lo que hay niños que se adaptan muy bien y a otros les cuesta un poco más.  Una situación frecuente es que a los primogénitos les suele costar más cambio que a los niños que ya tienen hermanos mayores. Es posible que el niño esté realmente apegado a su cuna y a todos los sentimientos que le asocia (comodidad, seguridad, protección...). Además, el cambio a una cama grande es tan sólo uno de los muchos cambios que suelen ocurrir en esta etapa de su vida, y podría coincidir con su entrenamiento para ir al baño, el comienzo del parvulario y otras presiones sociales para que se porte como un "niño mayor". Si, además, hay un hermanito en camino, puede que el niño se sienta muy posesivo en relación a los objetos de su propiedad, incluyendo su cuna.

A los niños que nacen en segundo o tercer lugar, por el contrario, les cuesta menos adaptarse al cambio porque tienen al hermanito mayor como ejemplo y quieren ser como él.

CÓMO HACERLO MÁS FÁCIL

Para facilitar la transición al niño, es recomendable tener en cuenta unos consejos prácticos:

    Mientras sigue durmiendo por la noche en su cuna, dejar que juegue o duerma la siesta en la cama, hasta que se sienta más seguro en ella y haga el cambio definitivo.
    Explicarle los motivos del cambio, valorando siempre su crecimiento y su tamaño.
    Procurar situar la nueva cama en el mismo lugar en el que estaba la cuna.
    Mantener algún juego de cama o mantitas de la cuna para fomentar la seguridad del niño hacia “lo viejo conocido”.
    Colocar una barandilla o barrera protectora en la cama para evitar que se caiga al suelo si se mueve mucho por la noche. La barrera debe tener un lugar libre para salir y entrar por si el niño quiere ir al lavabo.
    Dejar que escoja el modelo de cama, las sábanas y los adornos. Puede elegir el color o el estampado con su personaje favorito.
    Se puede celebrar el “día del cambio de cama” para motivar al niño y recordarle que se “hace mayor”.
    Tener en cuenta que existen camas específicas para niños pequeños con la apariencia de una cama normal y que pueden incluso disponer de barandillas protectoras o bien estar decoradas o tener la forma de un coche, un tren…
    Dejar que duerma con su muñeco, mantita o el juguete con el que dormía en la cuna.
    Mantener un hogar seguro, ya que el niño es capaz de levantarse y deambular por la casa a sus anchas.

CÓMO ELEGIR LA MEJOR CAMA

No existe una cama ideal, así que la mejor será la que se adapte al crecimiento del niño y al espacio disponible en su habitación. Además, nos ayudará a elegir el hecho de que su precio esté dentro de lo esperado, y que sea funcional. Sin embargo, también hay que tener en cuenta algunos consejos para su seguridad:

    Que no tenga esquinas puntiagudas que puedan hacer daño al niño.
    Que en la cama se coloque una barandilla en uno o en sus dos laterales, para evitar que el niño corra el riesgo de caerse.
    Que la cabecera sea lo más sencilla posible, evitando los barrotes.
    Que entre la cama y el colchón no queden espacios donde el niño pueda meter una mano o un pie.
    Que la cama no sea muy alta para evitar caídas importantes.

Fuente: mapfre.com

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