“Hay que mantener la compostura y ser coherentes”. Esto es de lo primero que nos “enseñan” cuando nos convertimos en padres pero claro, esto es sólo la teoría, la práctica después nos mostrará sin paños calientes que a veces lo de mantener el tipo es muy complicado y en ocasiones regañarles por alguna travesura, nos hace aguantarnos la risa… si es que podemos.
Sí, hay travesuras que comenten nuestros hijos y que nosotros debemos corregir, hacerles ver que algo han hecho mal pero es que hay travesuras suyas que a nosotros nos hacen llorar de risa.
¿No os ha pasado alguna vez que os teníais que dar la vuelta para no reíros delante de ellos porque lo que habían hecho merecía vuestra reprobación de cara a su educación pero también tenía muchísima gracia? Pues de esas, de esas quiero hablaros y de nuestra propia actitud para vivirlas así, con ellos.
Primero y muy importante: hay que actualizarse en lo de culpar a otros de nuestras fechorías. Aquello de “se comió mis deberes el perro” ha quedado obsoleto, ya nadie se lo cree. Ahora el culpable de la última pifia puede ser perfectamente ¡Batman! ¿por qué no?
Como decían en una camiseta, yo sólo sé que jamás se le ha visto en la misma habitación que yo ¿por qué no puedo ser Batman? Siguiendo esa máxima, si se te ha ido la mano pintando el espejo con el carmín de mamá pero nadie te ha visto, cuando te pregunten “¿quién ha sido?” ¿por qué no ha podido ser Batman el culpable?¿acaso va a venir a casa para desmentirlo?
Bueno… y si viene ¡¡wuuuaaauuuu!! Ya sólo por eso merece la pena el castigo o lo que sea que tenga en mente mamá después de ver este desaguisado. No, el video no tiene desperdicio y la reacción de la divertida mamá tampoco, sencillamente ¡geniales los dos!
En cuanto vi el rostro de ese niño tratando de convencer a su mamá de que había sido Batman el "grafittero” de su espejo, me vino a la memoria las “caras” de esos dos piezas a los que su padre “interroga” como buenamente puede metidos en la ducha para que no expandan su “pringue-pinturil” por el resto de la casa.
Y sí, digo “como puede” porque llega un momento en el que aunque el padre sabe a primera vista que lo que han hecho no está bien, aunque les castiga sin zumo por su mala acción… llega un momento en el que no puede aguantar más lo hilarante de la situación y de la travesura, sus caras de asumir o no la responsabilidad del acto y sus respuestas llenas de inocencia y de ganas de que pase el mal trago cuanto antes pero ¡ojo! que no es que se les vea asustados especialmente sino más bien afligidos, hasta que escuchan las risas de su padre y claro… se acabó lo que se daba en lo que a mal rollo se refiere.
Luego, a veces, en la vida pasan cosas y no son excusas aunque bueno… quizás un poco sí, sí lo sean pero unas excusas de esas que no se olvidan nunca.
¿Quién no ha soñado alguna vez siendo niño que se podría ir por ejemplo, a un concierto con su padre y que el artista le iba a firmar un papel para llevarlo al colegio al día siguiente justificando su cansancio, sus ojeras y hasta casi sus ganas de tumbarse sobre el pupitre a echar una siesta? Bueno pues eso le pasó a otro niño y la nota se la firmó nada menos que Bruce Springsteen. Creo que a la profesora aún no se le ha quitado la cara de sorpresa al leerla y al ver las fotos del niño, su padre y “el Boss”. Y no me extraña.
Libertad para reir
Suena tan sencillo y a veces se nos hace tan complicado. Los horarios del colegio, los del trabajo, los deberes escolares, la hora y el tiempo que siempre nos fustiga y nos cambia el rictus. Nos borra la sonrisa para ponernos en la cara la fea mueca de las prisas, de la premura, de la urgencia.
Como señala el pensador francés Edgar Morin en su obra “Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación” la libertad es algo que a veces se nos olvida incluir en la educación de nuestros hijos, la libertad de poder elegir distintas opciones y ser consecuentes con sus elecciones. Quizás los primeros ejemplos sean muy infantiles pero el tercero es muy significativo de esa libertad, de esa enseñanza.
Es cierto que la libertad puede y de hecho lo es, es peligrosa desde el momento que contradice la norma o la ley o las verdades establecidas (como les pasa a los niños de los primeros ejemplos, que se han saltado las normas con pértiga por lo menos) pero tendríamos que aprender a enseñarles a decidir cuando ser prudentes también es una forma de ejercer su libertad de elección. Siempre es interesante leer a Edgar Morin y sacar conclusiones sobre la educación que podemos ofrecer a nuestros hijos.
Tiempo para “estar”
Lo que es evidente es que para educarles, para enseñarles a ejercer su libertad, para mostrarles que deben reconocer sus actos y asumir sus consecuencias es imprescindible que estemos allí y tocamos de nuevo en la puerta del tiempo, ese que se nos escapa entre los dedos durante la infancia de nuestros hijos.
El tiempo, eso que transcurre mientras hacemos planes como dicen por ahí y ya si encima le ponemos apellido y lo llamamos “tiempo de calidad” la cosa se complica todavía un poco más.
O quizás no tanto. Por motivos ajenos a nuestra voluntad quizás no podamos estar más tiempo con nuestros hijos pero sí podemos dedicarles el tiempo en el que estamos con ellos.
¿Cuántas veces has respondido a un mail mientras el niño está en la bañera?¿Cuántos whatsapps has respondido mientras la niña está cenando?
Sí, están más que justificados, eso nadie lo duda pero ¿no podrían esperar al menos hasta que ellos ya no vean que estás pero que no estás?
Sí, quizás no lo expresen pero claro que notan que miramos a la pantalla cuando les hablamos y eso se traduce por ejemplo en Estados Unidos, en que el 75% de los niños reconoce que sus padres no llegan a desconectar totalmente del trabajo cuando están en casa con ellos.
Obviamente esos padres tampoco están de muy buen humor y en alguno de los casos de los que hemos hablado antes, quizás su reacción no hubiera sido tan positiva como la de la madre a la que Batman le pinta el espejo o el padre que les castiga sin zumo entre risas. Siendo la misma travesura la reacción puede ser bien distinta sólo por factores externos ajenos a ellos, a nuestros hijos.
Quizás sea un tema para reflexionar: aceptemos que el tiempo de que disponemos para “estar” es limitado sí, pues entonces “estemos” al cien por cien con ellos. Porque su infancia se escapa, porque aprenden del ejemplo que les damos, porque podemos enseñarles disfrutándoles y porque nunca se sabe... ¿y si un día se aparece Batman a decirnos que sí, que fue él?
Via bebesymas.com
miércoles, 27 de abril de 2016
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