¿Tu hijo tiene problemas de conducta, se distrae demasiado y es exageradamente inquieto? Quizá pueda presentar el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), una de las patologías más frecuentes en la consulta pediátrica neuropsiquiátrica.
Se define como un trastorno neurobiológico de origen genético que se caracteriza por tres síntomas básicos: inatención, hiperactividad e impulsividad, los cuales tienen fuerte impacto sobre los procesos de adaptación del niño a su medio ambiente.
Factores de riesgo
Los que favorecen la presencia de este trastorno son: tabaquismo materno, bebés prematuros, tener un padre o una madre que haya presentado TDAH. Cabe mencionar que no existen factores sociales, económicos, dietéticos, religiosos, de raza o altitud que predispongan a este padecimiento: se presenta a nivel mundial.
Inatento, hiperactivo o impulsivo
Existen tres tipos de TDAH, cada uno con síntomas diferentes.
En el primero predomina la inatención; en el segundo el aspecto hiperactivo-impulsivo; y el tercero es una combinación de los anteriores.
Inatentos. Se destaca el bajo rendimiento académico y la ansiedad. El paciente no presenta problemas de comportamiento ni hiperactividad, pero se distrae fácilmente, no pone atención a los detalles o comete errores evidentes al momento de realizar tareas o actividades cotidianas; tiene dificultades para mantener su atención y terminar juegos o tareas asignadas, parece no escuchar lo que se le dice; tiene olvidos frecuentes, pierde útiles, ropa y evita tareas que requieren un esfuerzo mental.
Primariamente hiperactivos o impulsivos. Es la menos común. Se trata de niños que son muy inteligentes y no se distraen, pero se mueven y hacen múltiples actividades al mismo tiempo; siempre hacen ruido y agitan constantemente las manos y pies mientras están sentados, corren y brincan en situaciones que no son las adecuadas; toman decisiones y contestan sin pensar, se enojan y se ponen tristes fácilmente, no pueden adaptarse a las exigencias de los demás, muestran dificultades al jugar o compartir sus juguetes (imponen reglas, siempre desean ganar).
Tipo combinado. Representa el 60 por ciento de los casos totales. Como su nombre lo indica, los pacientes presentan los tres síntomas: inatención, hiperactividad e impulsividad.
Toma el control
El tratamiento médico del TDAH debe ser implementado por neuropediatras y psiquiatras, debe ser personalizado y multidisciplinario, pues normalmente los pacientes tienen otros problemas.
El tratamiento permite controlar los síntomas principales al menos en 75 por ciento de los casos, pues logra mejorar la calidad de vida y disminuye los riesgos de fracaso y abandono escolar.
Cada paciente es diferente, por tal motivo a cada uno se le asigna el tiempo que requiere, aunque el promedio oscila alrededor de dos años y consta de tres etapas: el impacto agudo o cambio y mejoría inmediata de los problemas; el impacto a mediano plazo, donde el sujeto logra revertir los problemas sociales, escolares y familiares; y a largo plazo, en el que se favorece un cambio en la persona, de tal forma que se pueda integrar por sí misma a la sociedad y sea funcional en su medio ambiente.
Asimismo, las terapias de apoyo, aprendizaje, atención, conducta, psicomotricidad y lectoescritura ayudan al paciente de manera complementaria.
Actuar para prevenir
Cuando los niños con TDAH no son diagnosticados ni reciben el tratamiento médico que requieren, están expuestos a que en la etapa adolescente decidan abandonar sus estudios; rara vez llegan al nivel superior, no tienen amigos y están más propensos a participar en actividades delictivas e involucrarse en el consumo de drogas, tabaco o alcohol; aumenta la promiscuidad, así como el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual, o embarazos no deseados; fracaso laboral, escolar, social y familiar.
El TDAH es un problema biológico, no social ni educativo. Lo importante es lograr el desarrollo global del pequeño para generar en él autonomía en su proceso de adaptación al medio ambiente. No se trata de que saque diez, se trata de que pueda manejar su entorno, desplegar al máximo sus capacidades y que esto le permita ser feliz de forma autónoma, pues todo sujeto independiente que logra, a través de sus habilidades, adaptarse a su entorno, será exitoso en la vida.
Lo que debes hacer como padre
El primer paso es estar consciente de que no es su culpa. Se trata de un problema genético-biológico.
No debes tener miedo al tratamiento farmacológico, porque está demostrada la seguridad de los medicamentos.
Siempre debes acompañar y aViyudar a los niños. Es importante generarles esquemas constantes, delimitados y definidos que ayuden a su desarrollo. Por ejemplo, poner un reloj para fomentar su responsabilidad y empezar a medir y poner tiempo a sus actividades o dividir la carga de trabajo, es decir, fraccionar sus tareas. Esto ayudará a completar actividades, evitar la desesperación de los padres y elevar la autoestima del niño.
Procura realizar actividades con ellos, como juegos de mesa, memoria, ajedrez o cartas, que estimulen la atención y la organización, a diferencia de comprarles videojuegos o juegos de computadora que no favorecen el desarrollo del niño.
Se trata de acompañar a tu hijo y realizar actividades en conjunto. Cuando no se les acompaña es más fácil que cometan errores, y que tengan ansiedad y estrés por no hacerlo bien.
Anticipar las cosas también ayuda. Muchos niños hiperactivos son ansiosos porque ya saben que se pueden equivocar. Sin embargo, si el padre se anticipa y los aconseja, les ayuda a eliminar la ansiedad. Cuando va a realizar algún examen, se puede hacer alguna actividad previa para entrenarlo.
Via ganarsalud.com
martes, 6 de mayo de 2014
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