Hay niños a los que les cuesta acostarse y permanecer dormidos durante toda la noche. Los despertares nocturnos de los niños pequeños pueden acarrear problemas familiares. Las aproximaciones conductuales al tratamiento del despertar nocturno han aplicado los conceptos de control por el estímulo y extinción.
Un niño puede despertarse (que no sea por un acontecimiento especial) por la noche y llorar y llamar a sus padres. Los padres permanecen con el niño e intentan que se vuelva a dormir en su cama o en la de los padres, donde el niño llega a quedarse dormido.
Esta circunstancia puede estar manteniendo los problemas de sueño de dos maneras: primero, la atención que ejerce sus padres cuando el niño se despierta puede servir para reforzarle esta conducta. Segundo, los esfuerzos que los padres hacen por animar al niño a volverse a dormir (quedarse en su cama o a la de sus padres) pueden introducir estímulos discriminativos especiales para volverse a dormir. La ausencia de este comportamiento de los padres para que el niño se vuelva a dormir puede resultar complicada.
En un estudio de tratamiento conductual del despertar nocturno en niños de 8 a 20 meses de edad, France y Hudson (1990) dieron a los padres las siguientes instrucciones:
A la hora de irse a la cama, llevar a cabo la rutina normal a la hora de dormir (un cuento, una canción, etc.). Entonces situar a (nombre del niño) en la cama. Desear “buenas noches” e inmediatamente abandonar la habitación. No volver a menos que sea absolutamente necesario. Si es absolutamente necesario, examinar al niño (cuando se sospecha enfermedad o peligro), pero hacerlo en silencio con un mínimo de luz.
Este procedimiento se estableció con objeto de minimizar el reforzamiento del niño por despertarse. El procedimiento también estuvo diseñado para hacer que la propia cama del niño, en ausencia de interacción paternal, fuese un estímulo discriminativo para volver a dormir si el niño se despertaba por la noche.
Con la introducción de estos procedimientos los siete niños del estudio disminuyeron el número de veces que se despertaban y lloraban o llamaban a sus padres durante la noche. Antes de la introducción del procedimiento, el número medio de despertares nocturnos era de 3,3. Tras el tratamiento, bajó a 0,8. Las mejoras se mantuvieron durante las pruebas siguientes realizadas a los 3 meses y a los 2 años.
Como todo proceso de aprendizaje, con el sueño también debemos hacer lo mismo. Desde más pequeño le daremos una atención mayor para ir disminuyéndola paulatinamente hasta que consiga dormirse sin despertares, o bien, cuando tenga estos despertares vuelva a dormirse solo o sola.
Via psicopedia.org
sábado, 7 de diciembre de 2013
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