Si te digo “la gallina usa falda y el gallo…”; ¿sabes lo que sigue? ¿Te sabes los diálogos de Woody y Buzz? ¿Te descubres cantando Libre Soy en la regadera?
Si has respondido que sí a cualquiera de las preguntas anteriores, sabemos que eres mamá de un niño pequeño. Todos los niños quieren ver 250 veces su película favorita; a veces, incluso repetirla cuando acaba de terminar. Lo mismo pasa con las canciones, los cuentos y los juegos. ¿Quién no ha pasado media hora jugando a “Dónde está Andrea? ¡Aquí está!”
Aunque a nosotros después de la doceava repetición de “PinPon es un muñeco” nos parezca que queremos prenderle un cerillo al muñeco de cartón, hay una razón científica para que nuestros hijos quieran escucharla una vez más: su cerebro está hecho para aprender por medio de repetición de patrones.
Esta es la manera en la que el cerebro infantil aprende habilidades físicas y prácticas, así como el sentido del mundo en general.
Seguir un argumento de una película o una historia infantil, por más sencilla que parezca, es un reto y un esfuerzo para los niños. Por eso, se sienten felices cuando al verla una vez más, entienden un poco mejor el hilo y les hace más sentido.
La repetición constante no sólo ayuda al desarrollo de habilidades de lenguaje y narrativas, sino la capacidad de comprensión y aprendizaje.
Joan Wenter, doctora en psicología del desarrollo, explica: “una vez que un niño ha dominado el diálogo de una película o la letra y baile de una canción, quiere celebrar su éxito participando de lo que ha visto, así que quiere continuar viéndola”.
Así que aprenderse la canción de la Mouskemarcha es un éxito total para tu hijo y quiere presumirlo. Muchas veces.
En el caso de las películas para niños, los dibujos, la música y los colores brillantes atraen aún más su atención y lo hacen aún más feliz.
¿Sabes cuál es el mayor éxito de todos? Poder “predecir el futuro”. Una vez que los niños han visto 200 veces el capítulo de Dora y pueden responder correctamente el camino que debe tomar en el Mapa, se comprueba a sí mismo su habilidad y competencia. Y eso los hace sentir increíble.
Al ir creciendo, la magia de lo que podemos obtener de la repetición se acaba. Ahora podemos “predecir” lo que pasará en “x” situación y sabemos cómo funciona el mundo (casi siempre), así que no necesitamos repetir una narración que ya conocemos. Eso pasa con la canción de moda: la escuchamos hasta que el cerebro se acostumbra a ella y deja de generar dopamina, por lo que la felicidad de escucharla se extingue.
La excepción son aquellas películas o historias de la infancia, que nos hacen desarrollar vínculos afectivos y nos devuelven a tiempos más sencillos y alegres. Por eso podemos ver cien veces, como cuando niños, las películas que veíamos entonces; porque el valor musical importa menos que el tiempo al que nos remiten, y el ritual que acompaña el escucharlas.
La próxima vez que veas a tu hijo cantar 100 veces a la Gallina Pintadita o que te pida ver de nuevo el mismo capítulo de Peppa Pig, piensa que un día cuando crezca, será para él un hermoso recuerdo… y canta con él.
Fuentes: espanol.babycenter.com
viernes, 10 de marzo de 2017
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