Un modelo educativo sobreprotector o muy exigente hace que el niño reduzca su habilidad para enfrentarse a los problemas cotidianos
Marcarles límites, ayudarles a expresar sus emociones y a desarrollar su creatividad son algunas de las claves
'Hay niños que saben usar una tableta pero nunca han hecho una voltereta'
No cabe duda de que cada padre quiere lo mejor para su hijo, y una de las cosas más importantes para su felicidad y su futuro es que sean capaces de reaccionar ante sus desilusiones, que sean tolerantes a su propia frustración porque, lo quieran o no, éstas forman parte de la vida, y los acompañarán durante todo el camino. Por ello, es importante que se hagan fuertes ante la adversidad y que sepan reponerse de las cosas que no salen siempre como uno espera.
¿Están sus hijos decepcionados porque los Reyes no les han traído lo que querían? ¿Han reaccionado con una rabieta y de forma agresiva porque no era lo que esperaban? Varios especialistas ofrecen a EL MUNDO algunas claves y consejos para educar a los hijos para que sepan sobreponerse de los errores y las desilusiones.
"Hay un factor educativo muy importante que es el de enseñar a los niños, desde pequeños, a tolerar la frustración. La sociedad tan exigente y veloz en la que vivimos, donde las metas deben conseguirse con eficacia y rapidez, lleva a que los niños no valoren el proceso de aprendizaje como un reto en el que el ensayo y el error forman parte de generar una habilidad. Así, ante cualquier aprendizaje que no les sale a la primera, se enfadan y se frustran fácilmente, aumentando la agresividad de sus conductas y disminuyendo su motivación intrínseca para volverlo a intentar", afirma a EL MUNDO Rosa Collado, especialista en psicoterapia integradora del centro madrileño de Psicología Álava Reyes.
En palabras de las psicólogas Cecilia Martín y Marina García, directoras del Instituto de Psicología Psicode en Madrid, ser tolerantes a la frustración es ser capaces de aceptar que lo que esperamos no siempre se cumple y que, a pesar de ello, conseguimos sobreponernos, bien para intentar darle una solución o bien para aceptarlo. "Que los niños aprendan a tolerar la frustración supone entender que habrá cosas en la vida que no serán como ellos piensan, que no siempre podrán tener todo lo que desean y que no serán siempre los mejores en todo. Se trata de educarles en la realidad y de prepararles para vivir la vida tal cual es, aceptando un mundo con otras personas y repleto de normas", afirman.
Los beneficios de la tolerancia a la frustración
En muchas ocasiones, exponen Martín y García, cuando nuestros hijos se sientan frustrados debemos ayudarlos a manejar la frustración, siendo sus guías, explicándoles cómo recibir esta emoción y manejarla. Si el niño es capaz de tolerar la frustración, de no ser el mejor en todo y de entender que no puede tener todo lo quiera en el momento que quiera, va a adquirir ciertos beneficios.
1- Aprenderá a valorar lo que tiene y será agradecido con lo que le damos.
2- Crecerá aprendiendo a convivir en sociedad, compartiendo con otros niños.
3- Será paciente, porque estará acostumbrado a esperar.
4- Crecerá con buena autoestima porque será capaz de aceptar sus propios errores, viéndolos como oportunidades de aprendizaje.
5- Será valiente porque no temerá el fracaso, por lo que no tendrá miedo a emprender proyectos.
6- Se relacionará mejor con los demás, pues no exigirá que actúen como él piensa, será más flexible y tolerante a la hora de entender las actitudes y opiniones de los otros.
7- Desarrollará su capacidad de resiliencia, es decir, será capaz de salir de situaciones adversas y saldrá fortalecido.
Las consecuencias de la intolerancia a la frustración
"Además de los avances en la sociedad que han influido en la mejora de las condiciones socioeducativas de la infancia", sostiene por su parte Pedro Javier Rodríguez Hernández, miembro de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría, "también han aparecido fenómenos adversos que inciden en el preocupante aumento de problemas de comportamiento y cambios en el patrón conductual de los niños. Uno de ellos es la intolerancia a la frustración que supone un motivo de consulta cada vez más frecuente entre los profesionales que nos dedicamos a la salud mental de niños y adolescentes".
La frustración surge cuando no se logra un objetivo con la inmediatez deseada. Así, explica que "cierto nivel de frustración es adecuado para el desarrollo psicológico del niño y sirve como motivador del aprendizaje y experiencia para la vida adulta. Sin embargo, cuando sobrepasa determinado umbral puede acompañarse de problemas de comportamiento, tales como irritabilidad o agresividad , y emocionales, como ira o ansiedad".
Según expone este profesional, los niños con intolerancia a la frustración pueden presentar problemas de comportamiento como agresividad hacia objetos y personas, crisis explosivas de rabietas o mal genio, oposición hacia figuras de autoridad y negativa a realizar actividades que no contemplen una recompensa inmediata. Pero también pueden presentar sintomatología emocional como ansiedad, nerviosismo o incluso depresión. Como consejo, es importante consultar con su pediatra o con un profesional de la salud mental porque "existen algunas patologías que pueden tener como principal síntoma la intolerancia a la frustración, por ejemplo, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad o el Trastorno Negativista Desafiante", sostiene.
Fijarse más en el desarrollo que en los resultados
"Hoy en día todos somos menos tolerantes a la frustración", afirma Pilar Quiroga, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca; y la explicación que da es clara: "Estamos en una cultura hedonista que nos propone masivamente el disfrute y el placer, y en paralelo nos niega el acceso, sometiéndonos a un proceso de frustración constante. Los adultos podemos controlarlos, a veces, pero los niños son llevados a almacenes, supermercados..., donde son asaltados con todo tipo de tentaciones. Se les pide que resistan a todas ellas y salgan heroicamente fortalecidos, si es posible sin molestar al adulto. Es difícil no estar frustrados en semejantes condiciones".
Por otro lado, añade Quiroga, estamos también en un mundo competitivo, donde priman los resultados y en el que los padres quieren tener hijos perfectos. "Es fácil que los niños copien este modelo, y se lo apliquen a sí mismos con resultados desastrosos. Mucha exigencia, mucha presión. Los niños se sienten evaluados permanentemente por un sistema ajeno a su realidad". De hecho, y según explica esta profesional, "se ha descrito una reacción infantil denominada patrón de desamparo, por la cual los niños eligen tareas ridículamente sencillas en vez de aquellas que supongan un reto, ya que ven el fracaso como una condena a su valor (Burhams, Dweck, 1995). Entre un tercio y la mitad de los niños muestran este patrón, lo cual nos está señalando lo poco valorados que se sienten cuando no responden a las expectativas escolares o familiares".
Por todo esto, es vital fijarse más en el procedimiento de las tareas que únicamente en los resultados: "En la infancia vivimos en el presente, por ello es importante que nos fijemos en el desempeño inmediato de las tareas, y no tanto en demorar gratificaciones para un resultado final que los niños no pueden comprender", aconseja esta profesora. También es muy importante desarrollar y construir desde pequeños una buena autoestima.
Pese a todo, Quiroga quiere hacer una apreciación: "Hay que tener en cuenta que las respuestas de baja tolerancia a la frustración de los niños -lloros, pataletas, ansiedad rabietas o enfados- pueden deberse a diferentes causas y muchas de estas son provocadas por los propios padres: estrés familiar, dificultades con los vínculos, fallos en la creación de una base segura, cansancio, jornadas interminables de actividades extraescolares, etc.". Por tanto, y según la opinión de esta profesional, "podemos afirmar con seguridad que existen en la actualidad más trastornos de ansiedad en la población infantil y adolescente, con cifras que alcanzan del 15 al 20%. Pero la afirmación de que haya más niños con baja tolerancia a la frustración no la podríamos hacer, ya que no tenemos datos para una estimación directa, y la frustración que observamos puede ser debida a múltiples causas, muchas veces más complejas y profundas de lo que puede parecer".
Factores que disminuyen la tolerancia a la frustración
No cabe duda de que son muchos los factores que están detrás de este fenómeno. Según explica Rodríguez Hernández, "las causas del aumento de la intolerancia a la frustración son múltiples: aunque se ha relacionado con factores temperamentales en niños con una forma de ser más fuerte o explosiva, parece existir un consenso en la importancia del impacto de los factores educativos, sociales y familiares".
Así, añade Collado, hay variables biológicas individuales (grado de madurez, impulsividad, exigencia, etc.) que interactúan con las ambientales (los modelos nucleares familiares). Por tanto, es importante destacar que "el modelo educativo sobreprotector o muy exigente hace que el niño reduzca su habilidad para enfrentarse a los problemas cotidianos. Un 'no' a un deseo puede desencadenar una rabieta considerable, aunque mantenerse firme en el 'no' también le ayuda a aprender a tolerar situaciones o necesidades no satisfechas. Si les evitamos situaciones y pequeñas experiencias conflictivas o son los padres las que las resuelven por ellos, cuando llegue el momento de afrontarlas, simplemente, no habrán aprendido la habilidad para hacerlo. Los límites claros también enseñan", apunta Collado.
También hay otros factores sociales que hacen que aumente esta intolerancia a la frustración, además de los nombrados como la sociedad hedonista o de consumo, y la sociedad competitiva donde priman sobre todo los resultados. Según señalan Martín y García, estos otros elementos son la sociedad del yaísmo que nos rodea ("las cosas las queremos ya y hemos perdido el valor de la espera"); la sensación de prisa que nos invade continuamente ("vivimos con la sensación continua de falta de tiempo, les llenamos a los hijos la vida de actividades extraescolares porque no tenemos tiempo para ocuparnos de ellos. Les damos todo lo que piden para evitar que monten la rabieta en lugares públicos o para entretenerlos cuando estamos en lugares de ocio con amigos"); o la sobreestimulación a la que están expuestos los niños con juegos sofisticados que "hacen que los pequeños pierdan la capacidad de asombro, creatividad e imaginación".
En la vida, aseguran las expertas, siempre tendremos que afrontar problemas. Para ello, es importante desarrollar la capacidad creativa para buscar soluciones y continuar hacia delante.
12 consejos para educar en la tolerancia a la frustración
1- Tener unas normas y límites claros en los que los dos padres estén de acuerdo.
2- Respetar los tiempos de los niños, es decir, no tener prisa porque no hagan determinadas cosas, cada uno lleva un ritmo y un proceso madurativo.
3- Enseñar a los niños a esperar y a ser pacientes con las cosas que quieren. "Cuando nos demanden algo, intentar no dárselo siempre inmediatamente. Podemos empezar por una espera de pocos segundos e ir poco a poco incrementándola. Aprenderán a manejar los turnos de espera", recomienda Quiroga.
4- Enseñarles que también pueden pedir ayuda, que esa es otra solución cuando se frustran.
5- No sobreestimular a los pequeños. "El niño necesita crecer con una estimulación mínima en un entorno normal, porque el mundo ya es de por sí muy estimulante para ellos", afirman Martín y García.
6- Es importante no sobreproteger pero tampoco ser demasiado permisivos.
7- Hay que dedicar tiempo para gestionar sus rabietas cuando les decimos 'no'. "Es importante educarles en el desarrollo de la creatividad para buscar soluciones y continuar hacia delante", señalan Marín y García.
8- Si la intolerancia a la frustración ya está establecida, puede reaccionar con rabietas o agresividad: "En estos casos, es importante ignorar y no prestar atención a su conducta para que poco a poco se vaya extinguiendo", recomienda Rodríguez Hernández.
9- Si su conducta requiere un castigo, hay que explicar, según la edad del niño, el porqué de ese castigo, en forma impersonal para que así aprenda. "En lugar de 'eres malo', mejor decir 'está mal hecho', recomienda Rodríguez Hernández.
10- Enseñar a que el niño exprese sus emociones. "Entender qué le pasa y escucharle expresar sus sentimientos ante cualquier hecho frustrante es una ayuda para aumentar su tolerancia a las situaciones desagradables", asegura Collado.
11- Es importante que los padres compartan con sus hijos sus actividades diarias, juegos, etc. Según aconseja Rodríguez Hernández, si acompañamos a un hijo en el procedimiento que realiza, será posible intervenir en el refuerzo y modulación de todas las fases, y no sólo en la evaluación final del resultado.
12- Ser modelos para nuestros hijos cuando juguemos con ellos. "Crear situaciones donde algo nos sale mal a nosotros como padres. Por ejemplo, que se me caiga un castillo de cubos. Así el niño podrá ver cómo respondemos. Decir en voz alta: 'No pasa nada, lo voy a intentar otra vez'", aconseja Quiroga.
Via elmundo.es
jueves, 12 de enero de 2017
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