Un estudio realizado entre pacientes de pediatría del Hospital Nisa 9 de Octubre desvela que el principal motivo de asistencia a una consulta de pediatría sin cita previa es la fiebre, sobre todo entre los pacientes de 0 a 1 año.
Según afirma la doctora Mariam López, del Servicio de Pediatría del Hospital Nisa 9 de Octubre y supervisora del estudio, “nos llama mucho la atención que a pesar de que una gran parte de los encuestados considera la fiebre como una reacción beneficiosa del organismo, la primera medida que toman es administrar un fármaco antitérmico, bien por prescripción facultativa o en la mayoría de casos por cuenta propia.
Y esta “automedicación” muchas veces implica una mala administración de los fármacos con los consiguientes problemas que ello conlleva”, explica. Por tanto, la fiebre en sí misma no tiene por qué ser mala. De hecho, distintos estudios concluyen que dificulta la proliferación de virus y bacterias y que mejora la respuesta del sistema inmune. Además, la intensidad de la fiebre no necesariamente responde a la gravedad de la infección.
Manual de uso
- Los pediatras aconsejan el termómetro electrónico, utilizado en menores de dos años en el recto, y en mayores de dos años en la axila. En general, los pediatras desaconsejan las tiras de medición cutánea en la frente y los termómetros óticos por ser poco fiables. Ya no se usa el termómetro de mercurio por contaminante y por el riesgo de toxicidad.
- Para medir correctamente la fiebre es necesario mantener puesto el termómetro de 3 a 5 minutos.
- No abrigar ni desnudar demasiado al niño.
- No hacer friegas de alcohol o poner paños de agua fría.
- Hay que dar líquidos con frecuencia.
- Se debe vigilar signos de empeoramiento clínico.
- Dar antitérmicos si la fiebre es mayor de 38 °C y el niño se encuentra con malestar general.
- El niño no debe ir al colegio hasta su mejoría.
Cuándo preocuparse
- Manchas en la piel, rojo oscuro o moradas, que no desaparecen al estirar la piel de alrededor.
- Decaimiento, irritabilidad.
- Rigidez de cuello.
- Convulsión o pérdida de conocimiento.
- Excesiva somnolencia.
- Dificultad para respirar.
- Vómitos y/o diarrea persistentes.
- Deshidratación (lengua seca, ausencia de saliva, ojos hundidos, etc.).
- Si no orina o la orina es escasa.
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