El sistema inmunitario de los bebés madura lentamente desde el nacimiento. El contacto con los diferentes virus y bacterias del ambiente, las vacunaciones y la lactancia materna se encargarán de ir haciéndolo cada vez más fuerte.
El correcto funcionamiento del sistema inmune depende básicamente de tres factores: el ambiente, la alimentación y la salud emocional del niño o del adulto. Un niño mal alimentado o en un ambiente tóxico o bien con un serio problema emocional tendrá mayor probabilidad de enfermar. Por tanto, conviene desmitificar todo el mercado de productos naturales o sintéticos que prometen un sistema inmune más fuerte: complementos alimenticios, vitaminas, jalea real… De nada servirá atiborrarse de ellos si no cuidamos los pilares básicos que garantizan una buena salud.
Lactancia materna prolongada para fortalecer las defensas
La naturaleza nos ha dado un regalo maravilloso para fortalecer las defensas del bebé desde el nacimiento: la leche materna. La leche de la mamá es un producto vivo, el mejor alimento diseñado para el bebé en cada etapa y hora del día, estéril, perfecto, barato y siempre disponible. Nada puede sustituirlo, sobre todo en el papel de fortalecer la inmunidad infantil. Los últimos estudios avalan que el destete, si niño o madre desean, puede realizarse a los cinco o seis años.
La leche materna actúa como una vacuna natural, pasando, de manera pasiva, las defensas que la madre tiene al niño amamantado. El efecto protector de la lactancia materna contra enfermedades respiratorias, gastrointestinales, obesidad, leucemia y diabetes, está sobradamente demostrada.
Nutrición equilibrada
Para el buen funcionamiento de nuestro organismo necesitamos un correcto aporte de nutrientes provenientes de la dieta, no de suplementos o alimentos artificiales “enriquecidos”. Los niños deben comer abundantes verduras y frutas de todos los colores a diario (cada color representa un nutriente, antioxidante o vitamina diferente), cereales integrales y legumbres. Además, hay que ofrecerles proteínas de calidad: huevo, carnes blancas y pescado son fundamentales para garantizar un correcto desarrollo y crecimiento. Los azúcares, dulces, bollos o jugos artificiales sobran en una dieta equilibrada, por su gran cantidad de azúcares, sal y grasas saturadas.
Ambiente limpio e higiene adecuada
Las casas deben ventilarse a diario, para mantener un aire fresco y limpio. Las salidas al campo, disfrutar de actividades al aire libre en lugares poco contaminados… son beneficiosas para los pequeños.
Por otro lado, la higiene debe ser adecuada, ni excesiva ni deficiente, ya que ambos extremos favorecen que el niño pueda enfermar más de lo habitual.
Bienestar emocional
Para un correcto desarrollo físico del niño, la salud emocional es fundamental.
Dejar a los niños ser niños: tiempo de juego, adecuado descanso y sentirse amados y aceptados son las claves de su bienestar. Si el niño es feliz, tendrá más probabilidades de gozar de una buena salud física.
Via vivelasalud.dkvseguros.com
viernes, 23 de octubre de 2015
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