El papel que juega la autoestima en el desarrollo de los niños (y de los adultos, por supuesto) es fundamental, no sólo porque una buena autoestima refuerza la confianza que el niño tiene en sí mismo, sino porque puede contribuir a que sienta orgullo, respeto por sí mismo y por sus raíces.
Amor, atención, límites, errores y ánimo son algunas de las palabras que forman parte del camino necesario para construir una buena autoestima. Con la ayuda de la psicopedagoga, Ana Roa, autora del libro 'El yo infantil y sus circunstancias', desgranamos un decálogo, con cinco cosas que debes hacer y otras cinco que debes evitar, que ayudará a los adultos a orientar a los niños para que sepan construir una buena autoestima.
Lo que sí debes hacer...
Primero, lo positivo. En las acciones de cualquier hijo, lo positivo siempre es mayor que lo negativo. Para caer en la cuenta puede ser interesante pararse a pensar y hacer una lista de las cualidades positivas de ese hijo y no perder de vista las cosas interesantes, deliciosas, inteligentes, y amables que hace.
Verbalizar y enviar mensajes positivos. Una sonrisa es un mensaje positivo y también decirle que te gusta "cómo ha hecho este trabajo". En definitiva, es importante darse cuenta de lo positivo y decirlo. Los elogios más eficaces son los que se refieren a actuaciones concretas, que ayudan al niño a desarrollar una mayor conciencia de lo bueno y lo malo.
Apoyarse en los puntos fuertes. Descubrir e informar de las cualidades especiales: "Haces unos dibujos preciosos". Apoyarse en sus puntos fuertes para conseguir que quiera mejorar en algún aspecto concreto.
El amor es incondicional. Los hijos se han de saber queridos por lo ellos mismos son, por el mero hecho de existir, con independencia de sus cualidades y aptitudes y, por supuesto, de sus calificaciones escolares.
Premiar, más que castigar. A veces es necesario limitar a los hijos por transgredir ciertas normas o reglas, pero también, en justicia, se deben reconocer sus buenas actuaciones, que siempre son más numerosas. No se trata de premiar solo con algo material. Una sonrisa y unas palabras afectuosas son muchas veces una magnífica recompensa.
Lo que no debes hacer...
Dar lecciones sin dedicar a cada hijo un tiempo especial. Cada hijo necesita su espacio, se trata de un tiempo de disfrutar juntos no de repasar su comportamiento de los últimos días; ir a un sitio que le guste y pasar un tiempo los dos juntos, hablando de las cosas que él o ella quieran…
Admitir sus quejas y sus críticas en lugar de convertirlas en sugerencias y peticiones. A veces los niños suelen tener una imagen negativa de sí mismos, y son muy autocríticos. Si aprenden a pedir y sugerir, se reducirá la tensión interior.
Exigencias desproporcionadas. La exigencia será proporcionada a lo que se sabe y se puede hacer. No conviene pedirles tareas o responsabilidades complicadas sin explicarles bien qué han de hacer y qué se espera de ellos.
No escuchar a los hijos o escuchar juzgándolos continuamente. Estar aconsejando o comentando lo que dice continuamente y utilizar los "interrogatorios". La escucha debe partir del corazón, con sincero interés.
Censurar las iniciativas y obstaculizar la autonomía. Una de las grandes alegrías de la infancia es descubrir algo nuevo y saberse capaz de hacer algo por sí mismo. Si ellos pueden buscar una respuesta, no conviene dársela. Por el contrario, si les damos a entender que no pensamos que puedan hacer bien las cosas y no les permitimos intentarlo, favorecemos las dudas sobre su propia capacidad, lo que genera pasividad y retraimiento.
Via mujerhoy.com
sábado, 28 de marzo de 2015
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