Es bien conocido que los niños aprenden, sobre todo, por observación e imitación del mundo en el que viven y de cómo se comportan las personas que tiene a su alrededor, cuya principal fuente de referencia somos los padres.
En los últimos días mis dos hijos me han demostrado que los niños hacen lo que ven, tanto para bien como para mal.
La imitación para bien
Desde hace diez días mi hijo de 19 meses quiere que amamante a su muñeco-bebé, que lleva a todas partes. Está empeñado en que le de el pecho a todas horas y no le vale con que finja darle el pecho, tengo que levantarme la camiseta, ponerle el pezón en la boca y hacer ruidito como de que efectivamente se lo estoy dando. El supervisa la operación muy atento, como preocupado porque su bebé se alimente correctamente y durante el tiempo que necesite, corrigiéndome a mi si es necesario porque no le gusta la postura en la que le he puesto o porque quiero acabar el tiempo de juego antes de lo que el considera oportuno.
A veces decide lactar en tándem con él, otras veces simplememente observa la toma y otras, quita y pone al muñeco mientras se alterna con él como si verdaderamente estuviera rivalizando con otro hermano.
No me cabe duda de que mi hijo pequeño ha incorporado la lactancia como algo normal de su vida, entendiendo que los bebés necesitan el pecho de sus mamás. Como nuestro muñeco no tiene quien le amamante, generosamente le cede a su propia mamá para que haga las tareas.
Debo reconocer que me emociona que mi pequeño haya aprendido este concepto. Si mantenemos la lactancia materna hasta que empiece a tener memoria como para recordarlo en un futuro, mi hijo crecerá sabiendo lo que es una lactancia. Tendrá un referente cultural sólido, considerará la lactancia como algo normal no sólo de bebés sino de niños más mayorcitos, no tendrá esos tabús o limitaciones llenas de prejuicios que predominan en la actualidad. Y ese referente le servirá también para cuando, algún día, se convierta en padre (¡si es que algún día tiene hijos!).
Si la mayoría de los niños de ahora lo que han visto es cómo se da un biberón, si todos los muñecos vienen con uno, si ven como lo toman sus hermanos pequeños, seguiremos en la cultura que hemos tenido hasta ahora. Si, por el contrario, les pasa como a mi peque, irán cambiando su percepción de cómo cuidar a un bebé, el pecho será lo normal y el biberón será la excepción. Y además de una forma natural, sin tener que hacer nada más que dejar fluir las cosas.
La imitación para mal
Hace unas dos semanas tuve que llevar a mi hijo de cuatro años en el coche, los dos solos, una situación que no suele ser habitual, pues casi siempre lo cogemos los cuatro y conduce el padre de las criaturas o si lo cojo yo es porque voy sola. Nada más subirme me dijo “¿Qué haces mamá? siéntate en tu asiento, ese no es tu sitio sino el de papá, ¡el que conduce es papá!“. A continuación, como no opté por las calles por las que habitualmente pasamos pues íbamos a otro sitio, levantando el tono me dijo “mamá, lo estás haciendo fatal, ¡qué mal conduces!, ¡¿pero qué estás haciendo?!“
¡No me lo esperaba! Está claro que aunque somos gente pacífica al volante, a nuestro hijo mayor le llegan los comentarios que habitualmente hacemos en el coche sobre la conducción de otros coches. Igual que imita el gesto de abrir el coche, meter la llave y arrancar, ponernos el cinturón, meter la marcha y mover el volante, imita todo lo demás.
Siempre le han interesado los vehículos, la mayoría de los días cuando aparcamos se desliza hasta el asiento del conductor para simular que conduce, así que supongo que deberíamos haber previsto que se empapa de todo lo que percibe cuando estamos subidos al coche, incluidas las conversaciones. Que lo que para nosotros pueden ser comentarios sin importancia, para él se han convertido en un ejemplo de actitudes al volante, aunque en este caso no sean las más apropiadas.
Incluso ha terminado asumiendo, a base de verlo, el rol del padre conductor y la madre que viaja en el asiento del copiloto, una escena que seguro que se repite en muchas familias y que quizá explique, al menos en parte, que se trasmita de generación en generación.
Una gran responsabilidad
Aunque las dos experiencias me han hecho pensar, obviamente es este segundo ejemplo, el de la imitación de comportamientos menos positivos, el que más me ha hecho relexionar. O más bien recordar hasta qué punto los niños aprenden de nosotros silenciosamente, incluso de nuestros gestos más insignificantes.
Sin duda alguna, asumir que los niños hacen lo que ven supone asumir una gran responsabilidad. Educar con el ejemplo no siempre es fácil, muy especialmente cuando los adultos, yo la primera, a veces les pedimos a los niños cosas que ni siquiera nosotros hacemos. Lo positivo es que aunque con frecuencia hagamos las cosas mal y ellos lo presencien, también podemos enseñarles a rectificar.
Via bebesymas.com
viernes, 20 de diciembre de 2013
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