Cuando los más pequeños entran al colegio, la diferencia entre los que han nacido en diciembre y los que nacieron en enero, que irán a la misma clase, es muy grande. Por ello hay quienes proponen que en Educación infantil las clases se estructuren en dos bloques, entre los niños nacidos la primera mitad del año y los nacidos a partir de julio.
Esto es bastante complicado en un contexto en el que la Educación cuenta cada vez con menos recursos (y las aulas están cada vez más llenas con menos maestros), pero desde luego la idea está encaminada a que los niños reciban la atención personalizada y adecuada a sus necesidades.
Y es que 12 meses suponen una diferencia enorme durante los primeros años de vida, aunque dicha brecha se va equilibrando cuando los niños se acercan a los 11 o 12 años. Pero no se ha de confundir la inmadurez de un niño con otra trastorno: parece ser que se están produciendo falsos diagnósticos de hiperactividad especialmente con los más pequeños de la clase.
Podemos afirmar que el Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) está sobrediagnosticado, que muchos niños acaban con este diagnóstico (y no digamos ya a nivel “coloquial”), pero en realidad sufren otros comportamientos, procesos o trastornos.
Un estudio elaborado en Canadá considera que a menudo la inmadurez de los más pequeños de la clase se confunde erróneamente con hiperactividad, aunque en realidad síntomas como la impulsividad, falta de concentración, dificultades para estar quietos, impaciencia, desorganización en el estudio… sean consecuencia de la edad de los niños y no de un trastorno.
La investigación ha sido realizada por expertos de la Universidad canadiense de British Columbia y publicado en “Canadian Medical Association Journal” (Revista de la Asociación Médica Canadiense). Utilizaron una muestra de casi un millón de niños de seis a 12 años para ver cómo afecta la cuestión. Sus conclusiones son una importante llamada de atención a padres, profesores y especialistas.
Entre 1997 y 2008, los niños nacidos en diciembre tenían un 39% más de posibilidades de ser diagnosticados con TDAH que sus compañeros de enero. Un sobrediagnóstico que se tradujo en un 48% más de uso de fármacos para tratar esta hiperactividad.
En relación a este último dato, los investigadores señalan que existe el peligro de estar medicando innecesariamente a estos niños, junto al riesgo de ‘etiquetar’ a un pequeño, tratándole de manera diferente que a sus compañeros y alterando la percepción que puede tener de sí mismo.
Lo cierto es que estos datos son de Canadá, y los expertos señalan que en otros países como España no existe tal sobrediagnóstico de TDAH (porque aquí se diagnostica menos y mejor, no solo con cuestionarios…), pero seguro que sí existen casos del mismo tipo.
Para huir de esos diagnósticos erróneos aconsejan, entre otras cosas, observar al pequeño en otros contextos diferentes de la escuela, en la que su inmadurez respecto a otros niños puede ser más patente. Un adecuado diagnóstico es clave para tratar los problemas de conducta de estos menores y evitar, entre otras cosas, fracaso escolar y secuelas en su edad adulta.
Y es que, si bien los casos graves de TDAH se diagnostican fácilmente, los que no son tan acentuados (que son la mayoría) no son tan sencillos.
En este caso el papel de los profesores es fundamental, porque son los primeros en sospechar que algo no va bien, por eso también deberían tener formación en estas cuestiones, del mismo modo que si los padres sospechan la existencia de TDAH consulten a un especialista.
Pero, si un niño está inquieto en clase, no atiende, se despista, tiene problemas de concentración y de comportamiento… habrá que preguntarse si es que es demasiado pequeño para lo que se está haciendo en clase y dedicarle una atención especial antes de diagnosticarle hiperactividad.
Vía bebesymas.com
jueves, 8 de marzo de 2012
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