El cerebro infantil entre los 0 y 6 años, más o menos, está diseñado para descubrir, explorar, escalar, tocar, probar, ect.
El cuerpo es el instrumento y el impulso de ponerse manos a la obra es natural. Además, realizar todas estas acciones tiene un sistema de recompensa a nivel cerebral que premia el descubrimiento del mundo, lo que hace que el entusiasmo, las ganas de seguir explorando y su autoestima aumenten.
Cuando un niño pequeño echa el vaso de agua en el plato de puré lo que está haciendo es investigar. Observad su cara y veréis mucha concentración, sorpresa y satisfacción por lo que está realizando.
Es su pequeño laboratorio. Es muy posible que lo siguiente que haga sea buscar la mirada del adulto para mostrarle su hallazgo, su descubrimiento, su obra… por esto es importante cuidar la mirada que le ofrezcamos en ese momento.
Las normas sociales y la buena educación
Como adultos seguimos normas sociales acerca de lo que es la buena educación y nos esforzamos para que los niños las aprendan lo antes posible, pensando que de esta manera les irá mejor en la vida.
Sin embargo, muchas de las cosas que los niños hacen siguiendo su patrón de crecimiento evolutivo se salta lo que llamamos “buena educación”:
explorar su cuerpo,
trepar por lugares hechos para otra finalidad,
mezclar colores con la pintura recién estrenada…
Estas situaciones que, en general, son valoradas y juzgadas con ojos de adulto, en ocasiones nos hacen temer como madres-padres que la sociedad nos va a juzgar a nosotros por no regañarlos y ajustarlos rápidamente con el patrón establecido, lo que puede hacer que nos mostremos exigentes con el niño.
Comprender su estado de maduración cerebral y sus necesidades puede ayudarnos a ver estas situaciones como una fuente de aprendizaje para el niño y para nosotros.
El niño está aprendiendo
Aprovechar lo que las “normas sociales” dicen se puede convertir en un espacio con lindes donde tengamos margen para movernos, niños y adultos, que nos indiquen hasta donde podemos llegar para no invadir el espacio de otros, de tal manera que al niño se le deje campo de maniobra para su exploración y al adulto para poder acompañar sin temor a la censura.
Así, ambos sistemas de recompensa funcionarán al unísono, uno como actor y otro como acompañante, enriqueciéndose mutuamente.
Para lograrlo, busquemos, creemos y compartamos estrategias. Por ejemplo:
Habilitemos el lugar para que el niño pueda explorar solo con lo que quede a su mano, retirando las cosas que no queremos que cojan.
Participemos en sus hazañas siendo modelo. Si queremos que recojan lo usado, recojamos con ellos.
Mostrémosles los límites y las consecuencias de no respetarlos desde el inicio del juego o durante la marcha del mismo con actitud firme y amorosa.
Demos un reconocimiento sincero del logro, por pequeño que sea “¡Qué bueno, has hecho un tren con las cucharas! Ahora repártelas para que podamos comer”.
¿Qué más se te ocurre a ti?
Participa en los comentarios y cuéntanos tu estrategia con un ejemplo. Juntos aprendemos más.
Fuente: edukame.com
viernes, 16 de diciembre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios on "La buena educación y el crecimiento del niño"
Publicar un comentario